Desde afuera se ve más claro – as Rivera Schatz, Presidente del Senado

OPINIÓN

Desde afuera se ve más claro

PR EE.UU.
Suministrada

Dicen que los problemas se identifican mejor desde afuera. Una persona que no es parte de la controversia puede analizar con mayor precisión las causas de un problema y los desatinos de sus protagonistas.

Ese, por ejemplo, es el caso de Philip G. Alston, un australiano reconocido a nivel mundial como una autoridad en los derechos humanos y en el estudio de la pobreza extrema. Además de profesor de derecho en Nueva York, también se desempeña como relator especial o consejero de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Reconociendo el valor de sus opiniones, a finales de 2017 el gobierno federal lo invitó a hacer una evaluación sobre los derechos humanos y la pobreza extrema en Estados Unidos. Luego de evaluar la situación en varios estados de la Unión, el profesor Alston presentó su informe al gobierno federal y a la ONU. Por supuesto, Puerto Rico fue parte del informe y las visitas del profesor Alston. El prestigioso académico sabía que ninguna evaluación sobre pobreza y derechos humanos en Estados Unidos estaría completa sin tocar el tema de Puerto Rico. Durante décadas, algunos de aquí no lo han querido reconocer, pero para cualquier observador neutral, el ELA es un colosal monumento a la pobreza y el menoscabo de derechos humanos bajo la bandera americana; la colonia más antigua y poblada del mundo.

En su informe, un observador del calibre de Alston, desvinculado del partidismo local, hizo certeras conclusiones y cito algunas: “Los derechos políticos y la pobreza están inextricablemente relacionados en Puerto Rico”. “Puerto Rico no solo tiene un déficit fiscal, sino que también tiene un déficit de derechos políticos, y ambos no se pueden desenredar fácilmente”. “Los puertorriqueños no tienen representación con derecho pleno al voto en el Congreso y, a menos que vivan en Estados Unidos, no pueden votar en la elección del presidente”.

En cientos de ocasiones he afirmado lo mismo que Alston. La crisis permanente, la pobreza y la quiebra del ELA son consecuencias directas de la desigualdad y las desventajas coloniales. Un pueblo sin poder político, sin voto y sin representación igual dentro del gobierno federal que decide sobre sus vidas es un pueblo condenado a la pobreza y al subdesarrollo.

La ecuación, además de lógica, es sencilla. Si en la colonia no somos iguales en poderes políticos, representación, responsabilidades ni en derechos como ciudadanos americanos, tampoco somos ni podremos ser iguales en calidad de vida ni en oportunidades de progreso. Mientras Puerto Rico continúe siendo colonia, todo continuará igual o de mal en peor. Esa es la naturaleza de todas las colonias como el ELA. Como república asociada o independiente, cada cual puede imaginarse cómo sería el nivel de vida en Puerto Rico.

La mala administración, la incompetencia y la maldita corrupción son contaminantes despreciables. Ningún gobierno ni las organizaciones privadas, lamentablemente, están exentas de ese flagelo. La presencia de esos tres factores, sin embargo, no significa el colapso socioeconómico ni la quiebra pública que tenemos en el ELA. Todos los pueblos del mundo se quejan de la mala administración, la incompetencia y la corrupción de sus respectivos gobiernos. Así ocurre en todos los países democráticos como Estados Unidos, Francia e Inglaterra y también en las dictaduras como Cuba, Venezuela y Nicaragua. En los países democráticos, sin embargo, hay progreso y calidad de vida, aunque haya malos administradores, incompetentes y corruptos.

Los problemas de Puerto Rico van más allá. El profesor Alston lo vio con mayor claridad que muchos que viven aquí. La actual condición colonial de Puerto Rico es el factor determinante en los niveles de pobreza y las limitaciones de recursos para satisfacer las necesidades y la calidad de vida que merecemos como ciudadanos americanos.

Algunos podrán continuar entreteniéndose con la pugna partidista criolla de quién es peor administrador, más incompetente o corrupto. Esos tres elementos generan pasiones y animosidades. En esta ínsula colonial los afanes partidistas por ganar elecciones se han centrado en ese tipo de discusión, mientras el problema real —la condición colonial— se deja en segundo plano. Por su parte, la prensa local llena sus espacios en busca de “rating” pelando la reputación del “target” del día, sea culpable o inocente.

A los enemigos de la estadidad les conviene esa discusión porque así llevan su falso mensaje de que la colonia funciona, pero ha sido mal administrada. Así también fomentan la anarquía revolucionaria que nos hace lucir como indeseables en la opinión pública nacional.

Puerto Rico tiene que decidir si continúa en el juego diario de las pasiones y las animosidades que nos mantienen estancados en el fanguero colonial o si vamos a enfrentar el problema real que es la colonia. En el plebiscito de 2020 tendremos la oportunidad de decidir si como pueblo morimos o sobrevivimos.

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Thomas Rivera Schatz

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