En despedida otra generación (A Carlos Romero Barceló) – Por Eudaldo Báez Galib

martes, 4 de mayo de 2021

En despedida otra generación

Por Eudaldo Báez Galib.

No conocí personalmente a Carlos Romero Barceló. La única ocasión en que dialogamos fue en Boston, hace muchos años. Nos invitaron a Fernando Martin, Romero y a mí a dialogar sobre el estatus. No me creen cuando expreso esto. Asumen que en política todos nos relacionamos personalmente.

Sé de él, entonces, por su presencia mediática y por los dichos de amistades mutuas. Le aquilaté ideológicamente por sus posturas y principios de gobernanza. Como persona, no puedo opinar de él más allá de cómo lo percibían esos allegados: serio, inteligente, amigo y comprometido con el país.

En momentos como estos, vividos por nosotros con tantos líderes que han dejado su rúbrica en la historia borincana, la atención se dirige mayormente a lo inmediato y solidaridad con los familiares.Gobernador Romero, desde la oposición me quito el sombrero, inclino mi cabeza en respeto y le llamo ¡Líder!, dice Eudaldo Báez Galib.

No les visualizamos, sin embargo, hasta mucho después, como parte del todo que compartieron y ayudaron a formar.

Le percibo, pues, como el contrincante recio que fue. Con una capacidad extraordinaria de transmitir ideas (“la estadidad es para los pobres”). Poseía un interesante estilo de expresión, en staccato, que se divorciaba de la sintonía rítmica del costumbrismo tribuno, pero ofrecía energía a sus pensamientos.

Mira el video – Carlos Romero Barceló: su vida a través del tiempo

Al tomar las riendas del estadoísmo acuñó su propio sello que reflejó una nueva vertiente en la búsqueda del federalismo estadounidense. Se alejó del concepto “estadidad jibara” y reconoció que el Partido Demócrata, a diferencia del Partido Republicano en el que militaban, les ofrecía más posibilidades estratégicas. Ambas decisiones les fueron efectivas.

Para los que hemos observado el escenario político desde mediados del pasado siglo, hubo dos cambios generacionales que a su vez coincidieron con cambios existenciales en la Isla.

El binomio Muñoz Marín, García Méndez, luego Luis A. Ferré y eventualmente con Concepción de Gracia, marcaron al Puerto Rico moderno y delinearon con precisión las diferencias ideológicas. Paralelamente, las fuerzas del nacionalismo con Pedro Albizu Campos forzaron muchas decisiones.

Al ocaso de esa generación, ya se vislumbraban quienes habrían de recibir el batón de la historia. Asomaban Romero Barceló por Ferré, Hernández Colón por Muñoz y Rubén Berríos por Concepción. Y en la sombra, más luego, Filiberto Ojeda por Albizu.

Todavía es temprano para juzgar los aciertos y desaciertos de esa generación posterior al Estado Libre Asociado. Hay una distinción, tal vez hechura del fenómeno moderno de los medios, y es que ahora no se precisa a quiénes pasa el batón. O, más bien, se intenta hacia figuras aun difusas, o a “sociedades en comandita”.

Aquella generación de “los cuarenta”, con todas y sus diferencias seminales, nos legó un Puerto Rico estable económicamente, con fórmula de progreso y un esquema social en educación, salud e infraestructura, además de una clase media, el basamento de una clase empresarial y la Constitución.

La generación del setenta, la de Romero, construyó sobre la anterior e intentó redefinir, infructuosamente, nuevos caminos, navegando una imprecisión metropolitana resultante de evidente cambio de actitud en cuanto a Puerto Rico. El marcador inicial de esa generación fue la ascendencia a la gobernación en 1973 de un joven, Rafael Hernández Colón. El marcador final fue la ofensiva coordinada congresional de 1989 sobre estatus con Hernández Colón, Romero y Berríos.

Entonces, ¿qué Romero se mantiene vivo en mi mente? Su manejo en el Senado en las vistas sobre Cerro Maravilla, desplegando autoridad política. Gozamos a un hombre de estado, al político sagaz y al estratega consumado en una sola persona ofreciendo su cátedra magistral… y nació su segunda etapa como “líder máximo” que duró hasta su último latido.

Gobernador Romero, desde la oposición me quito el sombrero, inclino mi cabeza en respeto y le llamo ¡Líder!

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