Una Batalla Perdida – Por Mario Ramos

Una Batalla Perdida – Por Mario Ramos

La invitación a un “paro nacional” por el contrato del gobierno con la empresa LUMA para que opere el sistema energético de Puerto Rico son vientos tenues que irán desapareciendo. Múltiples son los factores que inciden para que no surja una protesta o movimiento masivo como el dado en el verano de 2019 cuando el pueblo expulsó de la gobernación a Ricky Rosselló.

El caso de Rosselló, hijo, es atípico, pues lo que jalonó la reacción airada y masiva del pueblo en su contra fueron sus comentarios en un chat que al hacerse público la gente de la calle entendió se develaba su alma y la realidad moral de su persona detrás del telón mediático y de su imagen fabricada -como la de todo político- totalmente distinta y repulsiva para la gente de la calle. La ciudadanía se fijó en él, solamente, porque era el gobernante.

En las actuales circunstancias los factores no inciden para crear un ambiente de protesta y rechazo contra LUMA y contra el gobernador Pedro Pierluisi. Mientras la mayoría legislativa y algunas uniones obreras, encabezadas por la Utier, levantan la voz por el dichoso contrato el pueblo entero va en otra dirección.

Es un hecho histórico demostrable que, al igual que el asunto de nuestra condición política, el pueblo no le presta atención ni les da valor alguno a controversias de esta índole porque no afectan sus problemas vitales inmediatos; trabajo, educación, salud, seguridad pública, vivienda y servicios de agua y luz, entre otros. La llegada de LUMA no ha sido factor para una repulsa general, como algunos han pensado.

Cuando la venta de la Telefónica en 1998 el pueblo no se tiró a la calle. Fue un considerable grupo de personas, mayormente adscritas al movimiento obrero, que se movilizaron en contra. Como toda controversia con efectos políticos, el Partido Popular movilizó su base para poder pescar en río revuelto. Aun así, fue vendida y al poco tiempo los consumidores estaban satisfechos con los servicios de las nuevas compañías que entraban al mercado.

Una explicación de por qué el pueblo no se ha opuesto al contrato con esta compañía es por su aversión a las uniones obreras. En las últimas décadas el movimiento obrero se ha destacado por su alto nivel de politización, usando consignas de la izquierda cavernaria y apoyando protestas frívolas contra gobiernos del PNP, y participando en eventos electorales exógenos a la filosofía obrera y propósito sindical. Eso ha afectado a este sector, al que pertenecí con orgullo hace unos años como secretario de la entidad que representaba mi unidad apropiada.

Por eso cierta es la frase que dice que “una mala unión es mejor que ninguna unión”; porque en la mesa de negociación puede incorporarse todo dentro del convenio colectivo a beneficio de los empleados. Incluso, un código de ética y un manual de disciplina. Esas son cosas que el liderato obrero no le ha explicado a la ciudadanía y por eso -entre muchas otras cosas- el porciento unionado en la fuerza trabajadora en general -sector público y privado- es exiguo. Aparte que las tácticas de lucha han perjudicado la imagen de este noble grupo.

Además, existe un factor que casi nadie percibe en estos momentos; la personalidad del gobernador es admirablemente parsimoniosa y diplomática. Pierluisi no es un líder que antagoniza, no levanta pasiones a favor ni en contra y eso es algo que también tendrá una influencia en la no participación a una protesta o “paro nacional”, como los independentistas gustan llamarles.

Lo que pasó con la Telefónica, con las navieras, con el aeropuerto, con la autopista de San Juan a Arecibo y otras cosas es que el capital todo lo devora. Los entes de servicios gubernamentales son vendidos al mejor postor cediendo, mediante venta, los bienes patrimoniales del estado. Esto por un lado demuestra al neoliberalismo como depredador hambriento de propiedad pública y, por el otro, la incompetencia del gobierno para servirle al pueblo. LUMA se aprovechó de las circunstancias creadas por todos los gobiernos pasados, y al pasar el tiempo -por supuesto- vendrá el olvido y la cotidianidad seguirá su curso, pues el interés primordial del pueblo son la calidad de los servicios y que atiendan sus necesidades inmediatas.

En fin, la filosofía neoliberal, que tiene como sus principales causas incidir en los empleos, agredir la ecología y afectar la soberanía de los pueblos seguirá al acecho su derrotero sin señas visibles de que haya cambio alguno, y abortará el esfuerzo de los trabajadores por conservar sus trabajos en cualquier tiempo y lugar.

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