A mediados de la década de los setenta un grupo de jóvenes abogados decidieron emprender un proyecto que cambiaría para siempre la forma de ver la estadidad. Iniciaron una investigación que incluía, entre otros, los derechos civiles, cultura e idioma, economía, contribuciones y el poder de los estados. Tomó varios años y en 1984 -con el apoyo de Carlos Romero Barceló- devino en un impresionante libro de dos tomos y 1,500 páginas, y considerado como la “biblia de la estadidad”. Su título es sugestivo: Breakthrough from colonialism: an interdisciplinary study of statehood.
Con Juan Manuel García Passalacqua como mentor, se denominaron Grupo de Investigadores Puertorriqueños, y estaba compuesto por Luis Dávila Colón, como editor; David Abrahamson; Rubén Cerezo; Rafael Cook-Miranda; Betrand Finn-Fernández; Teresita González-Montaner; Nélida Jiménez-Velázquez; Rafael Ortiz-Segura; Zulma Rosario-Vega y William Tansill, director de la división de historia de la Biblioteca del Congreso y especialista sobre el desarrollo de los territorios convertidos en estados.
El primer tomo tiene dos ensayos introductorios sobre el camino a la incorporación y sus perspectivas históricas, donde discuten los procesos de los treinta y siete estados admitidos. Cada uno lleva un capítulo que trata cómo fue el desarrollo desde sus inicios hasta la consecución de la igualdad. Es un estudio con metodología distinta a la extraordinaria obra de tres tomos de Benjamin F. Shearer, The Uniting States: the story of statehood for the fifty United States.
Por esta obra los estadistas aprendimos cosas que de ninguna manera hubiéramos conocido, como el aspecto constitucional, la doctrina del “equal footing”, que es la que gobierna cómo los territorios y su población advienen a la igualdad, la soberanía de los estados reconocida por la Décima Enmienda y la igual protección de las leyes en igualdad de condiciones que los estados. A esto se le añaden las interpretaciones jurisprudenciales.
La Décima Enmienda ha tenido mucha discusión en Puerto Rico por el asunto de nuestra condición política, pues fue gracias a esta obra que sabemos que los estados poseen una soberanía que impide que el gobierno federal o el Congreso se inmiscuya en sus asuntos internos, y eso incluye el idioma y la cultura. De hecho, los autores analizan el caso de Oklahoma al ser admitido como estado donde el acta de admisión exigió la sede de la capital estatal. Ya dentro de la Unión el gobierno estatal la cambió por otra como parte de su facultad soberana.
El poder del Congreso para admitir nuevos estados, los estados creados de otros estados, los argumentos a favor y en contra de la estadidad, las historias particulares de Louisiana, Nuevo México, Alaska y Hawái, este último el único estado isla-, el Acta Habilitadora – que ordena que el territorio adopte una constitución con carta de derechos y un gobierno de forma republicana y que Rafael Hernández Colón reconoció que la Ley 600 reúne esos requisitos- y los procesos de admisión son tratados minuciosamente.
Entre los métodos para alcanzar la estadidad los investigadores señalan el grupo de los primeros trece, el muy conocido Plan Tenesí, al que le siguieron cronológicamente Michigan, Iowa, California, Oregon, Kansas y Alaska. Luego analiza el único admitido como república y no territorio: Texas, que perteneciendo a México se independizó y diez años después entró a la Unión. Algo interesante de esta investigación son los formados de la cesión parcial de uno o más estados; anómalo, pero permitido por la Constitución.
Se publicaron miles de ejemplares que en pocos años se agotaron. Durante el proceso de vistas congresionales entre 1989 y 1991 para tratar el estatus de Puerto Rico, esta obra frecuentemente fue citada. Carlos Romero Barceló la introdujo en una de las vistas y la comentó. Luego se les entregaron ejemplares a algunos de los congresistas.
Gracias a este monumental trabajo fue que se pudo conocer todo el proceso histórico de admisión a la estadidad por parte de los territorios. Qué implica ser estado y sus características políticas, constitucionales y la afirmación, con evidencia irrefutable, de la conservación y reafirmación de la personalidad puertorriqueña y, por supuesto, lo desigual de nuestra condición política. Fue un trabajo en equipo con un enfoque interdisciplinario que debe ser lectura obligada por todos.
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La deuda que los estadistas tenemos con este grupo es incalculable. No hay forma de pagar esa contribución a la historia y a la causa de la igualdad por un libro tan actual que sus planteamientos no envejecen. Fueron ellos los que mostraron los distintos caminos para lograrla y poder formar parte de la Unión. Para ellos nuestra gratitud nunca prescribe.
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