No permitamos otro verano del 2019.

26 agosto 2022

No permitamos otro verano del 2019.

Otra vez cientos de personas se dieron cita el jueves por la tarde en la esquina de las calles Fortaleza y del Cristo para protestar y exigir la salida de LUMA. Con los mismos estribillos, ruidos de cacerolas, portando banderas de Puerto Rico y camisetas alusivas, los mismos revoltosos  comunistas, socialistas, anarquistas, independentistas del PIP, Victoria Ciudadana y otros, alentados y estimulados por unos llamados de “artistas de música urbana”, como Calle 13, Bad Bunny, Kany García y otros antiamericanos, acomplejados, llevaron  a cabo estas manifestaciones para con la excusa de que se vaya LUMA tratar de  iniciar un proceso de desestabilizar el gobierno democráticamente constituido en Puerto Rico mediante otro golpe de Estado.

La concentración transcurrió sin mayores incidentes excepto por el arresto del revolucionario Tito Kayak por tratar de pasar las vallas de seguridad y la remoción a gritos de Tatito Hernández de la actividad por parte de los manifestantes. Ya a las nueve de la noche los ánimos se caldearon y los manifestantes comenzaron a lanzar objetos contra la policía y esta acabó la manifestación lanzando gases lacrimógenos.

Estamos en la antesala de lo que aparentemente es un intento de repetir aquel verano de 2019. Aprovechando que vivimos una crisis social que constituye un caldo de cultivo para que una buena parte de nuestra población sea presa fácil de caer en las garras del discurso demagógico de políticos populistas de la izquierda socialista, comunistas y anarquistas que se consideran poseedores de una superioridad ética y moral y se pintan como salvadores del pueblo intenten repetir el pasado.  Ese intento es liderado, promovido y estimulado por esos reggetoneros, de baja calaña moral que gracias a la chusmería que los sigue, se han hecho multimillonarios y viven en los Estados Unidos -que tanto detestan- en mansiones y apartamentos de lujo. Pues estos, sin ninguna fuerza moral ni reconocida capacidad intelectual, nos quieren decir a los que residimos en la isla pasando las penurias del territorio, cómo tenemos que vivir, gobernarnos y actuar para una vez más empujarnos hacia una división de pueblo que favorezca derrocar a un gobierno democrático, legítimamente establecido.

Vamos a estar vigilantes durante las próximas semanas para ir observando como estos, comunistas, socialistas, anarquistas antiamericanos se mueven, respondiendo a una bien pensada y elaborada estrategia en la que se utiliza la excusa de LUMA, las APP, la privatización, el discurso de igualdad, de transparencia, de protección al ambiente (ambientalismo), de anticorrupción, de protección de género, en  fin, lo que es ahora el discurso comunista que hábilmente ha sustituido el anterior discurso belicoso marxista. Con ese discurso utilizando a algunos artistas y sus secuaces de unos sectores de la prensa antiamericana, se pretende enardecer las masas para intentar otro golpe de Estado como el del verano del 2019.

En un país como el nuestro dónde existe libertad de expresión-que raya en libertinaje- libertad de prensa y elecciones libres cada cuatro años, no se justifica de manera alguna utilizar las calles como campos de batalla para que revolucionarios traten de desestabilizar y hacer inoperante al gobierno –lo que equivale a dar un golpe de Estado, o implosionar el gobierno– por adelantar causas extremadamente minoritarias, por más legítimas que éstas pretendan ser. Eso podrá tener justificación en regímenes totalitarios como el de la Cuba Castrista, la Venezuela Chavista -que tanto admira Calle 13- en el Ecuador de Evo Morales y otros países donde no existen las libertades que aquí disfrutamos, ni elecciones libres. En algunos de esos casos las personas han tenido que tirarse a las calles para tratar de derrocar a un cruel tirano, sanguinario dictador que llevaba décadas en el poder.

En Puerto Rico, para otorgar o quitar el poder, están las elecciones cada cuatro años. No es aceptable justificar el desorden, la anarquía y la violencia, en la lucha para derrocar un gobierno democráticamente electo mediante el voto popular, por más que se pueda estar en desacuerdo con sus políticas o con errores que se perciba que el gobernante pueda haber cometido o esté cometiendo. Bajo este tipo de presión el gobierno así electo –cualquiera que sea – no puede, ni debe ceder a su legítimo derecho de implantar su programa según éste fuera refrendado mayoritariamente en elecciones libres y democráticas, por más protestas callejeras –instigadas por dirigentes de grupos que no representan a la inmensa mayoría del país–que se desaten. Ceder ante esto sería truncar la democracia y entregarle el país al más que grite en las calles, a la demostración violenta y a la amenaza. Sería ceder ante la tiranía de la minoría. Sería aceptar el golpe de Estado como política de la oposición. Esta vez eso no se puede permitir.