Con lo sucedido en 1968 el Partido Popular aprendió la lección. En cambio, ahora le tocaba al PNP morder el polvo de la división y la derrota, como la habían mordido los populares.

En 1982 comienza una lucha de poder dentro del PNP entre Carlos Romero Barceló, gobernador de Puerto Rico, y Hernán Padilla, alcalde de San Juan. Fue una refriega agria entre dos líderes fundadores, que creó hondas heridas en mucha gente de la base. Nunca se pudo lograr un consenso entre ambos y llegar a feliz término. La noche de las elecciones se vio cómo la división propició la derrota y el Partido de Renovación Puertorriqueña, fundado por Hernán, no quedó inscrito.

Luego de estas elecciones, el PNP tuvo cuidado de no entrar en momentos de división. Hubo refriegas, pero no cismas. Sin embargo, en 2004 se daría una nueva forma de división introducida por Pedro Rosselló, que retó en primarias al entonces presidente del PNP, Carlos Pesquera. La arrogancia y prepotencia del exgobernador enajenó a mucha gente que se identificaba con Pesquera. Por alrededor de 10 mil “pesqueristas” que no fueron a votar, votaron por nominación directa por su líder o lo hicieron en contra, los populares ganaron por unos escasos 3 mil votos y Aníbal Acevedo Vilá fue elegido gobernador.

En 2008 hubo otra primaria en el PNP. La lucha fue caliente y el común denominador fue Pedro Rosselló que ya era un líder en decadencia y que, por su estilo, se desarrolló un fuerte “antirossellismo” entre los estadistas que estaban dispuestos a votarle en contra en las elecciones. Su gobernación estuvo plagada por decenas de casos de corrupción. Aunque, tal vez, los populares ganen en este renglón, en la mente del electorado se piensa lo contrario.

En 2020, hubo otra primaria para la gobernación, la cuarta en un periodo de dieciséis años. Dejó heridas e incidió en que el PNP obtuviera el 33 por ciento de los votos emitidos. En un periodo de doce años los estadistas bajaron de 52 por ciento en 2008, al 33 por ciento de ahora. Sin embargo, la estadidad recibe casi un 53 por ciento. Esto demostró que la igualdad política no necesita de un partido político para crecer. Su crecimiento es por combustión espontánea.

Ahora compiten Jenniffer y Pierluisi. La refriega se ha tornado fuerte. Creo que el gobernador debería ganar, pero a un costo que podrá incidir en la reelección, porque las balas cargadas de rencor que ambos se lanzan no lograrán la unidad que necesita el ganador, sabiendo que el PNP tiene la población electoral más rebelde de la historia. Eso es algo que no se ha analizado y tendrá repercusiones dañinas, no solo para la candidatura a la gobernación, también para nuestro ideal de estadidad.