El desagravio de aquel 25 de julio

21 de noviembre de 2013

El desagravio de aquel 25 de julio

ANTONIO QUIÑONES CALDERÓN

En mi artículo anterior, hice referencia a tres de cuatro trascendentales eventos protagonizados por Don Fernando Chardón durante su incumbencia en la Secretaría de Estado en la gobernación de Don Luis Ferré. Esas cuatro instancias son el eje del ensayo que escribí para el libro “Fernando Chardón, Integridad y valentía al servicio de Puerto Rico”, editado por el profesor Héctor Luis Acevedo con el auspicio de la Universidad Interamericana de Puerto Rico. Dejé para esta ocasión la cuarta de aquellas instancias. FernandoChardon

Don Fernando Chardón actuaba como maestro de ceremonia durante los actos conmemorativos del Día de la Constitución de Puerto Rico, el 25 de julio de 1972. En esa ocasión escenificó uno de los episodios más memorables de demostración de respeto al adversario, de urbanidad y de carácter de que se tenga recuerdo en la política puertorriqueña moderna.

El entonces presidente del Senado, Rafael Hernández Colón, invitado especial del gobernador Ferré a la ceremonia, llegó a la tarima oficial en Puerta de Tierra y, cuando Don Fernando lo anunció, el líder adversario fue recibido por un estruendoso abucheo del público que presenciaba los actos, en su inmensa mayoría adeptos al gobierno del Partido Nuevo Progresista. Asombrado e indignado, Don Fernando hizo cuanto pudo por aplacar aquella fanaticada. Cuando lo logró, no fácilmente, increpó a los incivilizados manifestantes, diciéndoles: “Esos abucheos estuvieron muy mal, y estuvieron muy mal por tres razones: la primera, porque el licenciado Rafael Hernández Colón es un caballero; la segunda, porque el licenciado Hernández Colón es el señor presidente del Senado de Puerto Rico, y la tercera, porque él es un invitado del gobernador de Puerto Rico. De manera que los abucheos son también un agravio al gobernador”.

En desagravio al presidente del Senado, Don Fernando pidió a los invitados y funcionarios (incluido el gobernador) que se hallaban en la tarima que se pusieran en pie y ofrecieran una fuerte ovación al licenciado Hernández Colón. Aquella demostración de afirmación puertorriqueña tenía mayor trascendencia toda vez que a la persona a la que, desde la alta cúpula del gobierno, se desagraviaba, era el principal líder político de oposición quien en tres meses y unos días se enfrentaría en las urnas al gobernador anfitrión de la actividad, buscando derrotarlo.

La actividad oficial continuó con toda normalidad. Pero tendría sus consecuencias.

La semana siguiente, como ocurría normalmente, se reunió el gabinete constitucional del gobernador en el llamado Teatrito de La Fortaleza. En medio de la reunión, el licenciado Santiago Soler Favale, exsecretario de Justicia que entonces era asesor principal del gobernador, hizo referencia a la gesta de Don Fernando, pero para catalogarla como una deslealtad al gobernador y al partido. Imperturbable, Don Fernando, se dedicaba a dibujar soldaditos (un arte que le apasionaba) en una servilleta, mientras su compañero de gabinete condenaba acremente la actuación de Don Fernando. Cuando terminó la intervención del licenciado Soler Favale, Don Fernando se dirigió, con absoluta calma y dignidad, a este y sus compañeros para advertirles lo siguiente: “Nunca pensé que fuera necesario, pero lo hago. Es bueno que sepan que yo tengo cinco lealtades permanentes, y en el siguiente orden: mi familia, mi patria que es Puerto Rico, mi nación que es Estados Unidos, mis amigos y, por último, el partido”.

No dijo más. Lo había dicho todo. Siguió dibujando soldaditos.

Observará el lector que Don Fernando se refirió a mi familia, mi patria, mi nación, mis amigos, y el partido. No es que el Partido Nuevo Progresista no fuera su partido; a él estaba afiliado y por él había votado. Pero él veía al partido como debe verse toda colectividad política: como un instrumento a través del cual hacer cosas importantes para el bien colectivo, no un becerro de oro al que hay que adorar por encima del respeto y la consideración que se debe al adversario de ese partido.

¡Cuánta falta nos hace un par de Fernando Chardón en estos días tan políticamente incivilizados!

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