El referéndum sobre el estatus político de Escocia trascendió los límites geográficos del Reino Unido. La planificación, el desarrollo y el respeto a los resultados de ese evento electoral imparten una lección histórica de democracia para el mundo del Siglo XXI; y principalmente para el Presidente, el Congreso y el Tribunal Supremo de los Estados Unidos de América.

Primera lección: La voluntad electoral de los ciudadanos se respeta. El referéndum en Escocia fue un proceso ejemplar. Tanto el gobierno local de Escocia como del Reino Unido lo acordaron sobre bases de juego limpio y sencillez. No hubo tácticas dilatorias. No hubo propuestas engañosas en la papeleta electoral. Todas las partes hicieron su mayor esfuerzo para lograr esa consulta con rapidez. Lo más importante, el gobierno central del Reino Unido se comprometió a respetar el resultado. Tampoco hubo condiciones de resultados con súper mayoría ni inventos de naturaleza similar. Todos reconocieron que la mayoría… manda. Así es la democracia. Qué mucho tienen que aprender Obama, los líderes congresionales y los jueces del Tribunal Supremo federal que, a la altura del Siglo XXI, se hacen de la vista larga con las doctrinas de los viejos Casos Insulares que validan a los Estados Unidos como una potencia colonialista que, incluso, puede ignorar la reciente expresión plebiscitaria que hicimos millones de ciudadanos americanos en Puerto Rico.

Segunda lección: En el Siglo XXI, casi todo el mundo rechaza el colonialismo porque es una aberración inaceptable y antidemocrática. Lo que hasta mediados del Siglo XX fue el Imperio Británico, el más grande de la historia, abarcando el 25% de la población mundial y más del 20% de las tierras en todo el planeta, continúa siendo una potencia económica pero ya no es un imperio; mucho menos una potencia colonialista. En el Reino Unido de hoy, integrado por Inglaterra-Gales, Irlanda y Escocia, nadie es colonia por imposición. Mayúscula lección para los protagonistas de turno en el gobierno federal que continúan imponiendo a más de 3.6 millones de ciudadanos americanos en Puerto Rico el colonialismo y la desigualdad en contra de su voluntad.

El pasado 18 de septiembre se realizó un referéndum en el que se le preguntó a los electores: ¿Debe Escocia ser un país independiente? Sí o No. Se contaron los votos. El NO a la separación ganó arrolladoramente. El 55% de los escoceses votó a favor de la continuidad de la Unión o el equivalente a la estadidad en los Estados Unidos. Todas las partes han aceptado ese resultado y lo cumplen de inmediato. Lo que no se le ocurrió a ningún escocés fue considerar el colonialismo como una opción.

En Puerto Rico, sin embargo, el Gobierno Federal continúa imponiendo un régimen colonial antidemocrático a pesar de que en el 2012 la mayoría de los ciudadanos americanos puertorriqueños votamos que NO a la continuidad de la colonia en proporción similar a la que los escoceses decidieron su estatus político en su referéndum. Votamos con 54% rechazando la continuación de la actual colonia y 61% reclamando la estadidad.

¿Por qué un estadista dice todo esto? Porque creo en la igualdad de todos los ciudadanos. Porque como ciudadano americano tengo derecho a denunciar, protestar, reclamar y tener los mismos derechos que tienen Obama, cualquier congresista o cualquier juez del Supremo federal. Porque en la nación de la que somos ciudadanos los derechos se reclaman, se defienden, se exigen. Porque las instituciones democráticas están por encima de las mezquindades y la indiferencia de los que temporeramente ocupan puestos. Porque son esas instituciones las que debemos sacudir como lo hicieron los afro-americanos y las mujeres. Porque tengo derecho a que mi voto se respete cuando es mayoría. Porque no siento complejo de inferioridad que me limite en mi denuncia ni en mi reclamo a la igualdad como ciudadano americano. Porque no soy un colonialista sumiso que acepta la indiferencia frente a mi reclamo de Igualdad. Porque todos los que en esta nación han protestado y tuvieron que dar grandes luchas para alcanzar la igualdad con la estadidad lo han logrado. Porque el verdadero ‘pitiyanqui’ es aquel colonialista que le acepta la ciudadanía y la bandera a la metrópoli a cambio de ‘sobras’ y se conforma con tener menos derechos.

Esta nota aparece en la edición impresa de El Vocero.