A días de cumplirse el primer aniversario de la primera degradación a chatarra en la historia de los bonos de obligación general del gobierno central, así como los bonos de varias de sus corporaciones públicas, la agencia clasificadora de deuda Standard & Poors degradó en dos escalones de BB+ (primer escalón en la categoría de grado especulativo o chatarra) a B (tercer escalón en la categoría de grado especulativo o chatarra) los bonos de obligación general del ELA. A la vez degradó tres escalones dentro de territorio chatarra de BB+ a B-( el escalón previo a la nota D o de impago) los bonos del Banco Gubernamental de Fomento (BGF) , tres escalones de BBB-( último escalón previo a la categoría de grado especulativo o chatarra) a B o por primera vez en la historia a grado especulativo o chatarra los bonos COFINA, que hasta el momento habían gozado de la mejor clasificación crediticia al su repago gozar de la primera opción respecto a la utilización de los recaudos del IVU.
Esta segunda histórica degradación de los bonos del ELA, tiende a confirmar la hipótesis del ensayista y bloguero Eric Álvarez, esgrimida en su paradigmático ensayo publicado en su blog ‘Quantum de la cuneta’, en enero de 2014, titulado ‘Puerto Rico: La crisis final del ELA’, y citada arriba de que la presente no es meramente una crisis económica sino una crisis general y terminal del modelo de relaciones jurídicas- políticas territorial-colonial entre Estados Unidos y Puerto Rico. El que Álvarez, reconozca el carácter sistémico de la actual crisis económica, fiscal y crediticia en su emblemático ensayo, no le impide reconocer que la crisis sistémica ha sido agravada por el cambio en la política fiscal de la presente administración de Alejandro García Padilla. La cual revirtió las prudentes y responsables políticas seguidas por la pasada administración de Luis Fortuño, de reducción y control en el gasto gubernamental combinada con una reforma contributiva que otorgaba significativas rebajas en las contribuciones sobre ingresos a las familias, empresas y a las corporaciones locales no exentas. Dichas políticas propiciaron una mejora en la clasificación de la deuda gubernamental, posibilitando a la vez la emisión de bonos a menores intereses para el financiamiento de proyectos de infraestructura. Lo que combinado con las rebajas contributivas lograron restablecer un crecimiento económico de .9 % en la actividad económica por primera vez en 7 años en el año fiscal 2012.
Por el contrario, la preferencia de la presente administración gubernamental de privilegiar el aumento y/o mantenimiento del gasto y el gigantismo gubernamental. Intentado compensar la insuficiencia en los recaudos con la aprobación de 68 nuevos impuestos, como colateral para continuar respaldando nuevas emisiones de deuda a intereses leoninos en vías de financiar las operaciones rutinarias gubernamentales, los persistentes déficits presupuestarios, barriles de tocino y el repago de la creciente deuda gubernamental, han revertido la incipiente recuperación económica y profundizado la contracción económica. Provocando las dos históricas rondas de degradaciones crediticias en territorio chatarra en el mes de febrero del pasado y presente año.
La imprudente temeridad exhibida por la presente administración de intentar revertir los daños de sus fallidas políticas fiscales, con una arriesgada y radical propuesta de reforma contributiva basada en la sustitución del simple sistema del IVU de 7% que se cobra y fiscaliza en el punto final de venta por un Impuesto al Valor Añadido o IVA de 16% que se cobra y se debe fiscalizar en los múltiples puntos de la cadena de producción y distribución. Para lo cual según la misma admisión del gobierno se tomará de 18 a 24 meses transformar al Departamento de Hacienda para que lo pueda implementar y fiscalizar debidamente, fue la gota que desbordó el vaso y precipitó la segunda degradación en territorio chatarra de la deuda del ELA.
Pero como nos advierte Eric Álvarez, esto solo es un síntoma de un mal más profundo: la atrofia y el desgaste del actual modelo político colonial que nos maniata, incapacita y degrada al punto de la quiebra y la insolvencia no solo económica, sino política y moral.
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