El martes 24 de abril se llevó a cabo el último mensaje fiscal al País por parte del gobernador Fortuño durante el presente cuatrienio. Este mensaje, de poco más de una hora de duración, se puede analizar desde varios aspectos. La forma –como se dice lo que se dice– es básicamente en lo que el […]

El martes 24 de abril se llevó a cabo el último mensaje fiscal al País por parte del gobernador Fortuño durante el presente cuatrienio. Este mensaje, de poco más de una hora de duración, se puede analizar desde varios aspectos. La forma –como se dice lo que se dice– es básicamente en lo que el ciudadano promedio se fija y pone el mayor énfasis. El contenido (la sustancia del mensaje) es un aspecto que requiere conocimiento técnico y particular atención para poder analizar los datos y sus implicaciones. A este aspecto, la mayor parte de la población le presta menos atención, a menos que tenga interés personal en uno que otro dato sobre asuntos que le atañen.

Desde el punto de vista de la forma, este fue un mensaje excelente. El Gobernador estaba impecablemente vestido. Lució sosegado, seguro de sí mismo, en control, responsable, sensible, determinado y esperanzador. Su dicción fue muy buena. Utilizó varias frases cortas (‘one liners’) pegajosas que transmitían muy efectivamente mensajes importantes, como en los siguientes casos:

“El futuro no basta con desearlo hay que trabajarlo”.

“No basta con que te lo prometan, hay que saber hacerlo”.

“Puerto Rico quiere futuro, no pasado”.

Peor, peor y peor

En medio del mensaje –en una acción estratégica magistral– sorpresivamente le asestó un duro golpe a la oposición, particularmente al candidato García Padilla, cuando solicitó que levantaran la mano los allí presente que habían utilizado la nueva forma para radicar la planilla de contribución sobre ingresos, producto de la Reforma Contributiva. Todos levantaron la mano excepto García Padilla y uno que otro miembro de la oposición, quedando evidenciado que la inmensa mayoría de los asistentes y de aquellos legisladores que se opusieron a la Reforma Contributiva se acogieron a sus beneficios. La cara de Alejandro era un poema de sorpresa y desconcierto, cuando en ese momento le enfocaron las cámaras de televisión. El 99% de los contribuyentes, incluyendo los legisladores Populares, se acogieron a la nueva forma, por lo cual Alejandro quedó en una exigua minoría en el País y dentro de su propio partido. ¡Gran ejemplo de liderato, poder de persuasión y convocatoria!

Esta acción del Gobernador dio lugar a que al día siguiente Eduardo Bhatia –quien fuera uno de los más vociferantes detractores de la Reforma Contributiva–, en entrevista radial con Luis Enrique Falú en Notiuno, tuviera que admitir que se acogió a los beneficios de la Reforma. Poniendo en evidencia una gran hipocresía politiquera y deshonestidad intelectual.

Para analizar el contenido sustantivo del mensaje hay que ubicarlo dentro de las circunstancias en las que el Gobernador asumió la gobernación. Fortuño tomó las riendas del País en el peor momento en nuestra historia moderna. Lo hizo en medio de una enorme recesión económica a nivel mundial, a nivel de Estados Unidos y en el tercer o cuarto año de la mayor recesión local, con un crecimiento negativo de -3.8 %. Recibió un gobierno en quiebra con un déficit de $3,300 millones, más de $1, 000 millones en cuentas por pagar para los cuales no había dinero asignado y sin fondos para pagar la nómina del gobierno para el primer mes de su gestión.

Ante ese catastrófico cuadro de hace solo tres años, Fortuño nos presenta hoy un cuadro en el que se redujo el déficit a $300 millones, o sea en alrededor de un 90%, y con la expectativa de cero déficit para dentro de dos años. Nos presenta una economía que por primera vez en seis años habrá experimentado un crecimiento positivo de .9%, de acuerdo a los estimados de la Junta de Planificación. Esto ha sido objeto de reconocimiento por la revista internacional The Economist. Todos estamos de acuerdo que esto no es suficiente crecimiento, pero se establece una nueva tendencia alcista.

Con un presupuesto general de gastos ascendente a $9,083 millones, que es sobre el cual pasa juicio la Asamblea Legislativa y que representa el 32% del presupuesto total consolidado de $23,573 millones –al sumarle los fondos federales, las mejoras permanentes y los ingresos de las corporaciones públicas–, el Gobernador le otorgó prioridad a tres áreas: educación, seguridad y salud.

Habiendo sacado de sindicatura federal al Departamento de Educación, le otorgó a este un aumento de 5% para proveer mayores recursos para el salón de clases. Esto apesar de haber una reducción de 20 mil estudiantes en la población escolar. Le asignó $52 millones a la UPR, a pesar de esta también haber experimentado una reducción en el número de estudiantes. Todo lo cual apunta a un serio compromiso con la educación del País.

En el área de seguridad, le proveyó a la Policía un aumento de $39 millones. Honró un aumento –prometido y no cumplido por parte de administraciones anteriores– de $1,200 al salario de los policías, para llevarlo en promedio a $3,200 mensuales. Hubo también aumento al Departamento de Justicia para adiestrar nuevos fiscales.

En el área de Salud propuso un aumento de 13% al programa Mi Salud, para añadir 50 mil nuevos beneficiarios al programa. Le asignó $85 millones adicionales al Hospital Universitario y $58 millones al Hospital Pediátrico.

Finalmente le dedicó atención al asunto del status. Esto lo comentaremos en próximas columnas.

El mensaje fue uno responsable, valiente y esperanzador que debe servir como base para acciones subsiguientes en la dirección correcta, necesarias para construir un mejor país.

Ante ese cuadro, las reacciones mezquinas de la minoría al mensaje del Gobernador no se hicieron esperar. Pero la más que llamó la atención fue la de Alejandro García Padilla, quien salió corriendo del Capitolio hacia la sede del PPD para en un ambiente controlado leer del ‘teleprompter’ la escueta y superficial reacción al mensaje que allí le habían preparado. Este señor demuestra una vez más su incapacidad, inseguridad e ineptitud al no poder reaccionar espontáneamente e inmediatamente, desde el mismo hemiciclo, frente a la Prensa, al contenido del mensaje –como lo hubiese podido hacer cualquier persona de normal intelecto– luego de haber estado presente escuchando al Gobernador por más de una hora. Aun con toda esa carrera y montaje desde los cuarteles del PPD para reaccionar ante una audiencia amigable con una serie de especulaciones y disparates, cuando EL VOCERO le preguntó en qué basaba sus declaraciones no lo pudo explicar.

¡La diferencia entre el Gobernador y el candidato de la oposición es enorme! Tenga presente el País para el próximo 6 de noviembre, que no se cambia un piloto experimentado de un 747 por un aprendiz y menos en medio de un vuelo borrascoso. ¡El riesgo es demasiado grande!