Es común escuchar a personas distinguir entre los diversos tipos de impuestos clasificándolos entre regresivos y progresivos.  Desde esa perspectiva, los impuestos regresivos son aquellos donde la tasa impositiva aplicable se mantiene fija aun cuando el objeto del impuesto continúa aumentando, mientras que en el caso de los impuestos progresivos la tasa impositiva aumenta a medida que el objeto del impuesto también lo hace.  De acuerdo a esa clasificación, habría que considerar el impuesto de ventas y usos (IVU) como un impuesto regresivo, pues la tasa de 7% se mantiene inalterada sin importar la cantidad de la venta a la que aplique.  Por el contrario,  nuestro régimen de impuestos al ingreso, con tasas impositivas que van aumentando para mayores niveles de ingresos, tendría que ser considerado como progresivo.

De acuerdo a esa categorización, los impuestos regresivos son más onerosos para las personas con menos ingresos, mientras que los impuestos progresivos son considerados más justos, pues la tasa impositiva aumenta a medida que incrementa también la capacidad para pagar el impuesto.  Vistos de esa forma, parecería como si los impuestos sirvieran como una herramienta para redistribuir la riqueza en la sociedad.

Cuando se analizan de esa manera, sin embargo, se pierde de vista el hecho de que los impuestos, además de servir para recaudar fondos para el gobierno, también influyen en el comportamiento de las personas.  Por lo tanto, los impuestos también pueden ser utilizados como un instrumento de política pública para promover ciertas actividades y para desincentivar otras.  De hecho, si los utilizamos de esa forma, quizás podrían servir para redistribuir la riqueza donde verdaderamente cuenta, en la generación de ingresos.  Con eso en mente, veamos unos datos sobre la economía de Puerto Rico.

De acuerdo a la Junta de Planificación de Puerto Rico, en el año fiscal más reciente para el cual están disponibles los datos (2011), el ingreso personal disponible de los puertorriqueños ascendió, en el agregado, a $56,949 millones.  Ese mismo año, los gastos de consumo personal de esos mismos puertorriqueños sumaron $58,890 millones.  Eso significa que, durante el año fiscal 2011, los residentes de la Isla gastamos alrededor de $1,941 millones por encima de nuestro ingreso.  En términos económicos, eso equivale a un “ahorro negativo”.

Durante el mismo año fiscal 2011, la inversión en Puerto Rico ascendió a $9,968 millones.  En otras palabras, en Puerto Rico consumimos casi seis veces más ($58,890/$9,968) de lo que invertimos.  Peor aún, cuando sumamos los gastos de consumo y la inversión ($58,890 + $9,968) y le restamos el ingreso personal disponible ($56,949) obtenemos una deficiencia de ‑$11,909 millones.  Esto implica que en Puerto Rico tomamos prestado para consumir y para invertir.

Si tomamos una perspectiva de más largo plazo, en el año 2005, antes de que comenzara la actual recesión, los gastos de consumo ascendieron a $46,535 millones.   Dado que en el año 2011 esos mismos gastos sumaron $58,890 millones, eso se traduce a un crecimiento promedio anual de +4% en los gastos de consumo aún en época de debilidad económica.  Durante el mismo período, el ingreso personal disponible de los puertorriqueños aumentó de $45,488 millones a $56,949 millones (un incremento promedio de +3.8% anualmente), mientras que la inversión se redujo de $12,249 millones a $9,968 millones (una reducción promedio de ‑3.4% al año).  En otras palabras, durante la actual recesión, los gastos de consumo han crecido más aceleradamente que el ingreso personal disponible.  Como resultado, los puertorriqueños hemos seguido gastando más de lo que tenemos y descuidando la inversión.

Cualquier análisis económico razonable debe concluir que la economía de Puerto Rico necesita mayor generación de ingresos.  Para lograr eso, hace falta aumentar el nivel de inversión en nuestra economía.  Esto sugiere que debemos reducir los gastos de consumo en nuestra economía y redirigir esos recursos hacia la inversión.  Como cuestión de hecho, ésa fue la clave del éxito económico de los países asiáticos como Singapur.

En términos de política pública, lo anterior sugiere que se debe implantar en la Isla un régimen impositivo que promueva el ingreso y desincentive el consumo.  Una forma de lograr eso es aumentando los impuestos al consumo, como el IVU, y reduciendo los impuestos al ingreso.  De esa forma, estaríamos contribuyendo, de forma más efectiva, a crear riqueza en la Isla.  Ése debería ser el primer paso para poder redistribuirla mejor.

No obstante lo anterior, varios políticos en Puerto Rico están prometiendo que de salir electos reducirían el IVU o hasta lo eliminarían.  Quienes actúan de esa manera prefieren actuar a base de demagogia que de acuerdo a lo que verdaderamente le conviene a los puertorriqueños.

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 Nota:  Este escrito fue publicado en el periódico El Vocero, 5 de octubre de 2012, página 22.