Puerto Rico llegó a un ‘punto de no retorno’.A ese momento en la vida de los pueblos, donde las circunstancias y retos que enfrentan no dejan otra opción que no sea la de tomar decisiones valientes, críticas y determinantes para enfrentarlos y sobrellevarlos, encaminándose así hacia un mejor futuro, rompiendo ataduras que inhibían su progreso. Quedarnos como estamos, sin hacer lo que corresponde, tendrá consecuencias nefastas para nuestro desarrollo, exponiéndonos a nuevas degradaciones de crédito, que se nos siga vaciando la Isla, más empobrecimiento y deterioro económico e inestabilidad social.
Los puertorriqueños no aguantamos más y necesitamos soluciones inmediatas antes que nos quedemos sin pueblo. Históricamente nos ha costado trabajo tomar decisiones y ejecutar las acciones necesarias para echar a Puerto Rico hacia adelante. No obstante, llegó el momento de cambiar y de madurar como pueblo para ser capaces de decidir y actuar sin vacilación ante las adversidades y para exigirle a los gobernantes de turno que hagan su parte. El agua ya nos subió más arriba del cuello y el espacio de acción y para seguir respirando se está acabando, por lo que, o nos quedamos sin hacer nada hasta que se nos acabe el oxígeno y seamos historia, o maniobramos para salir a flote y redirigir nuestro rumbo.
Nuestra situación económica y fiscal es una seria y difícil como resultado de la ausencia de liderazgo y de un plan; de la degradación por primera vez del crédito de Puerto Rico a nivel chatarra; la continua caída libre de nuestra economía; la pérdida de miles de empleos; el éxodo masivo de puertorriqueños; la casi insolvencia de nuestro gobierno y la quiebra de sus corporaciones; el asalto empresarial y a ciudadanos con sobre $2,000 millones en nuevos impuestos y la patente estatal para pagar ineficiencias de un gobierno incapaz de controlar sus gastos; el embate a la banca y cooperativas; la creciente desconfianza en nuestras instituciones; y en fin, producto del fracaso de nuestro modelo de desarrollo socioeconómico, enmarcado en un estatus territorial que no tiene el consentimiento de nuestro pueblo y que tiene que cambiarse como se exigió en las urnas.
La inacción, permaneciendo en estado de ‘shock’ sin acabar de asimilar los golpes y rehuyéndole a decisiones que hace mucho debieron haberse tomado, nos sigue costando. Puerto Rico sigue quedándose atrás, perdiendo competitividad y desaprovechando recursos, especialmente el talento de nuestra gente que se nos va y nuestra ubicación geográfica. Así, es lamentable la ausencia de un plan económico integral gubernamental, que adopte buenas prácticas de otras jurisdicciones o las de nuestra propia iniciativa, para desarrollar proyectos estratégicos como nuestro Megapuerto de Las Américas, el establecimiento de centros de innovación y de servicios, nuevos programas de turismo, zonas especiales de desarrollo económico, ‘clústeres’ de tecnología, programas de exportación de bienes y servicios e incentivos para atraer inversiones.
Puerto Rico está en un punto en su camino como pueblo, que requiere que se internalice y acepte que es hora de cambiar modelos políticos y económicos fracasados, que nos caracterizan como un remanente emblemático de experimentos coloniales fallidos de otros tiempos. A este punto en nuestra historia, no es opción mirar atrás, ni seguir apegados a paradigmas que no aguantan más parchos y que son un lastre para nuestro desarrollo. Es hora de unir voluntades, evitando que se nos divida y que se fragmenten nuestros esfuerzos, para contribuir a encaminar a Puerto Rico hacia una nueva ruta que le permita recuperar su encanto, encausar su progreso y posicionarse como una economía prospera y líder en nuestra región.
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