EL RÉGIMEN DE MADURO La postura de la Iglesia
‘Venezuela exige un cambio urgente’
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El presidente de la Conferencia Episcopal hace un llamamiento al ‘diálogo verdadero’
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‘Es triste ver el deterioro de las instituciones y de la convivencia entre los ciudadanos’
Un hombre participa en una manifestación contra el Gobierno de Nicolás Maduro en Caracas. Efe
«Venezuela reclama un cambio urgente en todos los órdenes».Monseñor Diego Padrón, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), habla tan suave que cuando asesta uno de sus martillazos morales, no se espera.
Así volvió a suceder el lunes, durante una asamblea ordinaria del Episcopado. «El país se ha convertido en un rompecabezas difícil de armar. Más de nueve millones de venezolanos viven en pobreza extrema… Da tristeza ver el progresivo deterioro de las instituciones y de la convivencia entre los ciudadanos»,denunció el arzobispo de Cumaná, que atacó duramente al Gobierno de Maduro, pero también repartió críticas entre la oposición.
Para el religioso, en ningún sector existe unidad plena, lo que habría provocado un resquebrajamiento en los valores de la sociedad. Por eso, hizo un llamamiento al «diálogo», pero un «diálogo verdadero» y no como un mecanismo para apaciguar la protesta.
En el ránking de lo antiético, Padrón situó en primer lugar a la corrupción, «el peor enemigo de la sociedad, de la economía y de la justicia». Tan grave es la situación que Padrón instó a que el presidente venezolano, Nicolás Maduro, utilice los poderes especiales de la Ley Habilitante, otorgada por el Parlamento a finales del año pasado.
El Gobierno lleva más de un año sin explicar dónde están los 20.000 millones de dólares desaparecidos para la importación de productos, una de las denuncias públicas realizadas tras ser cesado el vicepresidente Jorge Giordani, gurú económico de Hugo Chávez yarquitecto ortodoxo de las finanzas revolucionarias durante 15 años.
‘Está sembrando un estallido social’
Venezuela sufre una grave crisis económica, marcada por la escasez de alimentos, el desabastecimiento de productos básicos, la inflación más alta del planeta, apagones eléctricos, el desastre de servicios públicos como la sanidad y la insolvencia financiera del Gobierno, incapaz de hacer frente a la montaña de deudas y pagos que se le acumulan. Todo ello cuando el subcontinente vive uno de los mejores momentos económicos de las últimas décadas.
Una crisis económica en medio de una nueva oleada de violencia en un país «donde no se respetan los derechos humanos y la Constitución y las leyes no son la última palabra en la administración de justicia, sino la discreción de jueces y sus intereses por mantenerse en el poder», denunció Padrón. Por si todo esto fuera poco, el prelado también aireó que «los reiterados anuncios de intentos de magnicidio y de golpe de Estado son de escasa credibilidad y contribuyen a justificar la persecución política».
En lo que pareciera un sacrilegio político, la iglesia venezolana y la izquierda radical del chavismo coinciden en sus análisis, cuando faltan unos días para que Maduro haga públicas las directrices de «la revolución dentro de la revolución». «¿Cómo puede mantenerse una familia con esta inflación y esta especulación donde no alcanza lo que ganan ni para medio alimentarse bien?», escribió Edgar Perdomo, uno de los articulistas de la web radical Aporrea.
El analista va incluso más allá al dibujar escenarios futuros muy oscuros para la revolución, «porque lo que se está sembrando es un estallido social. Aquí hay un burocratismo estalinista que está jugando y sobreestimando la pasividad tradicional del pueblo venezolano».
VENEZUELA El comandante retirado Yoel Acosta Chirinos
Un ex compañero de Chávez pide a Maduro que renuncie para evitar una situación terrible
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Insta a que ‘se consulte al pueblo qué es lo que quiere’ para salir de la ‘tremenda crisis’
Yoel Acosta Chirinos (dcha.) y Hugo Chávez (centro), tras votar en un referéndum, en Carcas, en 1999. Reuters
El comandante retirado Yoel Acosta Chirinos, compañero del fallecidoHugo Chávez durante el intento de golpe de Estado de 1992, considera que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, debe renunciar antes de que su Gobierno lleve al país a una situación «terrible».
«El presidente tiene que renunciar para permitir una salida a esta crisis tremenda que se ha desatado, porque yo creo que hay que consultarle al pueblo qué es lo que quiere o vamos a seguir con esta tragedia que nos lleva a una situación terrible», dijo a Efe el militar retirado.
Acosta, que según afirmó apoyó la candidatura de Maduro en las presidenciales de abril de 2013, añadió que «el Gobierno no ha sido capaz de hacer funcionar al Estado«, por lo que considera «que ya es hora que vayan pensando en dejar el Gobierno».
«¿Hasta cuándo vamos a seguir martirizando a este pueblo que está esperando que un Gobierno eficaz y eficiente le de respuesta a sus más ingentes necesidades?«, se preguntó Acosta, quien junto a Chávez y otros militares fundó el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR200), que impulsó el fallido golpe de Estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez en 1992.
El militar retirado, distanciado en varias ocasiones del chavismo, cree que si no renuncia el presidente Maduro se desataría «una catástrofe social en Venezuela» producto de un enfrentamiento entre las Fuerzas Armadas y «las mafias políticas y financieras» que, según él, integran el Gobierno.
Asimismo, afirmó que el proyecto de Gobierno que ejecuta Maduro, heredero del legado político dejado por Chávez tras su muerte, atiende a actitudes «castristas».
«El problema es que ni somos socialistas ni somos revolucionarios ni somos bolivarianos, sino que estamos atendiendo a una actitud castrista o a una actitud guevarista«, aseguró Acosta, quien se presentó como candidato a la Presidencia en 2012 pero se retiró en plena campaña y pidió el voto para Chávez.
La crítica de Acosta llega días después de que el exvicepresidente de Planificación Jorge Giordani acusara a Maduro de no transmitir liderazgo, dar sensación de vacío de poder y tomar decisiones equivocadas en materia económica, un día después de ser sustituido en el cargo.
El exvicepresidente recibió el apoyo público del exministro y dirigente del PSUV Héctor Navarro y del exministro de Planificación Rafael Isea.
Maduro ha rechazado públicamente las críticas de la «izquierda trasnochada» y advirtió al chavismo de que es «tiempo de definiciones» entre quienes están con su Gobierno y quienes están con «proyectos personalistas».
‘Leopoldo López está preso por expresar sus ideas’
Leopoldo López Gil le cuenta a María Isabel Rueda cómo transcurre el juicio de su hijo.
Por: MARÍA ISABEL RUEDA 6 de julio de 2014
Foto: Héctor Fabio. Zamora / EL TIEMPO
«Lepoldo está representando el anhelo de una enorme población que quiere volver al orden’.
¿Cuándo comienzan los problemas de su hijo Leopoldo López con el gobierno de Nicolás Maduro?
En el 2002. Venía de ser un alcalde exitosísimo de Chacao, donde primero ganó con el 51 por ciento de los votos, y en la reelección, con el 76 por ciento. Las encuestas ya lo proyectaban como el posible alcalde metropolitano, equivalente al Alcalde Mayor de Bogotá. Ahí el Gobierno procedió a inhabilitarlo sin juicio previo; no pudo participar en las elecciones y comenzaron a hacerle acusaciones.
Hasta que lograron ponerlo preso…
Sí. Está en una cárcel militar que se llama Ramo Verde, lógicamente custodiado por militares y totalmente aislado. No lo pueden ver sino sus abogados, que son tres, y la familia directa, que son padres, esposa, hermanos e hijos.
¿Cuándo lo vio por última vez?
Anteayer, antes de venir aquí a Bogotá. Lo veo cada vez que puedo. Sus visitas solo están autorizadas jueves y domingo, entre las 10 de la mañana y las 5 de la tarde.
¿Cuándo empieza el juicio propiamente dicho?
Ya ocurrió la primera parte con la llamada audiencia preliminar, en la cual la juez aceptó todos los cargos que había hecho el Ministerio Público contra Leopoldo. El juicio ha sido programado para el 23, ¡sin esperar todavía el resultado de la apelación!
¿De qué lo acusan básicamente?
De destrucción de propiedad pública, de asociación para delinquir, instigación e incendio. Ninguno perpetrado directamente por él, sino, según dicen, delitos propiciados a través de sus discursos, que son analizados por dos expertos que propuso la Fiscalía, uno de ellos una profesora de lingüística de la Universidad de los Andes de Mérida.
¿O sea que le han puesto intérprete a las palabras de Leopoldo?
Exacto. Con el argumento de que se trata de mensajes subliminales que él enviaba. Es una acusación muy extraña: que su discurso cambió el ánimo de la muchedumbre y la transformó en multitudes violentas. Él siempre ha aceptado que esas fueron sus palabras. Pero sostiene que no dijo otra cosa distinta de lo que aún sigue afirmando: que este es un gobierno corrupto, un gobierno ineficiente, un gobierno injusto.
Lo que dice la oposición en cualquier parte del mundo, incluyendo a Colombia…
Hay cerca de 70 testigos promovidos por la Fiscalía, 58 de ellos son policías en servicio y los otros son empleados públicos, la mayoría del propio Ministerio.
¿Cuáles son las perspectivas?
Para llevar a juicio a Leopoldo se le adhirieron al expediente cuatro estudiantes a los que se acusa de haber sido los instrumentos para incendiar los carros, el 12 de febrero. De estos cuatro, dos están todavía en prisión y dos están siendo juzgados en libertad. La Fiscalía, a través de la policía del servicio de inteligencia, torturó a estos jóvenes para que confesaran que Leopoldo los había inspirado y que ellos habían trabajado en consecuencia. ¿Y sabe qué es lo interesante? Que ninguno de estos jóvenes ha firmado esa confesión.
¿A cuánto lo pueden condenar?
La máxima pena podría llegar a 13 años, según la fiscal. Pero, obviamente, nosotros aspiramos a que, como no hay pruebas, salga en libertad. El Gobierno insiste en que Leopoldo, cuando pronunció la frase “hay que buscar una salida”, estaba invitando a un golpe de Estado. Es lo que se llama internacionalmente un prisionero de conciencia. Está preso por expresar sus ideas.
¿Los militares venezolanos están tan divididos como dicen?
Sobre el mundo militar conozco poco. Sé por los periódicos que hay descontento. Debe de haberlo, puesto que las palabras del propio presidente Maduro hacia las Fuerzas Armadas, el día de la celebración de la Independencia, fueron para pedirles lealtad.
¿A quién apoyaba la oposición venezolana en las recientes elecciones presidenciales de Colombia?
Unos sectores sentían temor hacia el candidato de Álvaro Uribe, pues parecieron muy belicosas las declaraciones del expresidente de que él no había invadido a Venezuela porque le había faltado tiempo. Y aunque se conocía más al presidente Santos en Venezuela que al candidato Zuluaga, yo diría que ese apoyo estuvo muy repartido: casi 50-50.
¿Y usted a quién apoyaba?
Por una cuestión de amistad de vieja data, casi 60 años, con Clara López y su familia, le deseé mucho éxito a Clarita.
Clara es una furibunda defensora del proceso de paz. ¿Ustedes resienten que el presidente Santos haya sacrificado algo de apoyo a esa oposición venezolana para proteger las negociaciones de La Habana?
Bueno, yo creo que la obligación del presidente Santos está con Colombia antes que con Venezuela. Si para lograr la paz tiene de alguna forma que sacrificar algo de la relación con Venezuela, creo que su opción es clara.
Aquí también hay temor de que la estabilidad de Maduro esté muy vinculada a la suerte de las negociaciones de La Habana…
Desde luego, en Venezuela uno de los grandes problemas es la influencia de La Habana sobre las decisiones del Gobierno. Recientemente se ha importado a un asesor cubano que es ‘Vinagreta’ Borrego, un economista de 77 años que era la mano derecha del ‘Che’ Guevara, no solo en el Banco Central, sino en los juicios; o sea, era el que firmaba cuando el ‘Che’ decía “fusílelo”. Veo muy difícil que este personaje pueda recomponer nuestra muy, muy dañada economía.
¿Qué tan ciertos son los rumores de que PDVSA está en quiebra?
Se lo respondo así: se dice que el mejor negocio del mundo es una empresa de petróleo bien manejada. Y que el segundo mejor negocio del mundo es una empresa de petróleo mal manejada.
(Risas) Quebrar la compañía de petróleo de Venezuela sí que parecía un imposible…
Esta gente ha hecho el milagro de transformar un tesoro en un problema. Hoy tenemos la inflación más alta del mundo; se estima que para fin de año estaremos en tres dígitos, una cosa muy miedosa. Un problema de desabastecimiento que supera el 30 por ciento de los productos cotidianos. Cuando vas a comprar hoy leche en polvo, café, azúcar, papel higiénico, medicinas, no solo hay que hacer colas de horas, sino que probablemente no vas a encontrar el producto. Y hasta te asaltan en las colas, le roban a la gente el poco dinero que tiene para lo que va a comprar. Y como no hay policía, la inseguridad en Venezuela significa hoy en día más de 25.000 muertes violentas por año y la impunidad llega al 98 por ciento de los homicidios. Lo que está pasando en Venezuela hay que vivirlo para entenderlo. Desbarataron el país.
¿Qué se hicieron los otros candidatos que sonaron por ahí, como Capriles, Arria?
Capriles ha anunciado que va a empezar a recorrer el país para pedir la libertad de los presos políticos incluyendo a Leopoldo, pero creo que está un poco tarde. Diego Arria está imputado por magnicidio, igual que el exgobernador de Carabobo Henrique Salas Römer. Es que hace un mes empezaron con el tema de que la oposición ya no solo está conspirando, sino planeando magnicidios. Lógicamente, estas personas no están en eso.
A la diputada María Corina Machado la desaforaron también y están que la meten presa…
No se han atrevido. Si el gobierno de Maduro aprende de la experiencia de Leopoldo, comprenderá que es hoy el hombre más popular; ha sobrepasado la popularidad de Maduro y de Capriles.
Anímicamente, ¿cómo está Leopoldo?
Increíblemente bien. Llegas a visitarlo con el corazón encogido y te encuentras con ese personaje que está lleno de convicción, en primer lugar de lo que está haciendo, y segundo porque se está preparando; se despierta a las 5 y media de la mañana, cuando los militares tocan las cornetas; comienza el día con la lectura de la palabra de Dios y los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. Luego empieza su ejercicio físico.
¿Lo dejan leer?
Tiene una biblioteca y organiza su día en función de esa lectura: de tal hora a tal hora lee historia, luego política y en seguida cosas culturales. Ha aprendido a tocar el cuatro y trata de cantar, aunque canta malísimo. Yo, echando broma, le digo: “Esa es tu forma de torturar a tu carcelero”. Tiene también un par de periquitos que le regalaron en la cárcel y que viven sueltos corriendo por ahí. Están entrenados y en la noche los llama para que entren a su jaula y él los tapa con la franela.
¿Puede ver al exterior?
No. Le llega luz pero las ventanas son muy altas. Como es un hombre muy fuerte, se trepa por la pared y agarra los barrotes para poder ver el paisaje. Le han permitido ir a una sola misa hasta ahora, porque son comunitarias y él está aislado. También le vigilan su correspondencia. Es tan ridículo que el otro día de doce cartas que le escribieron las compañeras de su hija, de 9 años, le quitaron cuatro.
¿Y las hijas de Leopoldo, sus nietas, entienden lo que está pasando?
No mucho. El domingo pasado fuimos a verlo y nos permitieron usar una parrillita para asar hamburguesas. Cuando llegaron las cinco y nos tocaba irnos, la niña de 9 años le dice a su papá: “Yo no me quiero ir. ¿Por qué no nos mudamos todos para acá más bien?”.
Con el aparato de una justicia cooptada por un gobierno dictatorial, ¿qué esperanza tiene de que eso acabe bien?
La conciencia de las personas cuenta. Y la juez, en cierto momento, puede sentir el cargo de la suya. Leopoldo está representando el anhelo de una enorme población que quiere volver al orden y dejar este discurso de odio.
¿Organismos como Unasur, Naciones Unidas o la OEA no pueden hacer algo?
Hemos tenido conversaciones, por ejemplo, con la canciller colombiana, que pertenece al trío de asesores que llamaron al intento de dialogo que hubo. Había buena disposición en ayudar a que el Gobierno reconsiderara esa violencia contra la oposición. Hemos hablado a través de Lilian, su esposa, con el papa Francisco. El caso se ha llevado ante el Comité de Detenciones Arbitrarias de Naciones Unidas en Ginebra y ante Amnistía Internacional. En ambos casos hemos sido acogidos. Pero hay algo interesante: Venezuela aspira a formar parte del Consejo de Seguridad de la ONU; eso debe ser en septiembre de este año. ¿No es un absurdo que un país que irrespeta de esta manera los derechos humanos sea árbitro mundial? Obviamente, a través de los cheques que gira Venezuela están ganando votos en la región.
¿Por qué me está dando esta entrevista?
Estamos en un programa de trabajo que llamamos la cruzada por la paz. Venimos recorriendo el país, explicando el caso de Leopoldo, hablando con actores locales como empresarios, estudiantes, sindicatos, profesores. Llevamos un mes en esto. ¿Sabe cuántos presos políticos hay desde que empezaron las protestas? 300. Y ha habido 3.000 detenidos. La presencia en los medios de comunicación es importantísima, para que no los olviden.
Qué pasa dentro de un hospital público en Caracas
Un paciente espera en el único ascensor que funciona en el hospital.
«¡Siete!», grita la enfermera. «Nora, por favor, siete, siete», vuelve a gritar. Está en el séptimo piso. Espera al único ascensor que funciona en el hospital de nueve plantas. Y el botón para llamarlo tampoco sirve.
La enfermera, que no revela su nombre a BBC Mundo, tiene la opción de usar las escaleras, aunque dice que le duelen las rodillas. Pero los pacientes, la mayoría de ellos, no tienen esa posibilidad.
«El ascensor lleva así desde el año pasado», asegura, mientras grita de nuevo -«¡siete, siete!»- y golpea la puerta.
«Así es como tenemos que trabajar acá», dice, en referencia al Hospital General Dr. José Gregorio Hernández en el barrio caraqueño de Catia.
Fallas importantes
El sistema de salud pública de Venezuela vive actualmente una de las peores crisis de su historia.
Lo que ocurre en el hospital de Catia, también conocido como el hospital de Los Magallanes, «es un resumen de lo que pasa en todos los hospitales del país», le dice a BBC Mundo el doctor Douglas León Natera, presidente de la Federación Médica Venezolana, quien es duro crítico del gobierno de Nicolás Maduro.
«El 90% de 300 hospitales públicos que hemos analizado», asegura, «cuenta solo con el 3% de los insumos básicos para responder a las necesidades de los pacientes».
El propio ministro de Salud, Francisco Armada, admitió hace un mes que «existen fallas muy importantes a nivel de atención hospitalaria», a pesar de otras inversiones en salud del gobierno que según él han sido exitosas, como la red de atención primaria ambulatoria conocida como Barrio Adentro.
En el hospital no hay servicio de radiología.
Venezuela acompaña a Paraguay, Bolivia y Uruguay en la lista de países de la región que no tienen hospitales con certificación de Joint Commission International (JCI), una organización con sede en Chicago, EEUU, que establece estándares de calidad de servicio para los centros de salud.
En el escalafón de la revista América Economía de los 50 mejores hospitales -tanto públicos como privados- de América Latina solo hay dos en Venezuela. Y ambos son privados.
Mientras tanto, el público hospital de Catia no cuenta actualmente con las especialidades de radiología, cardiología y oftalmología, entre otras.
Y al ser de uno de los seis hospitales de referencia nivel 4 que hay en Caracas (es decir, que presta servicios de toda índole), el Magallanes debería tener rayos X, instrumental quirúrgico y al menos 300 camas habilitadas.
Pero hoy en día, constató BBC Mundo, solo se atienden urgencias y la mayoría de las habitaciones están fuera de servicio.
El director del hospital, Darío González, reconoció en conversación con BBC Mundo que «tenemos fallas que no puedo negar, que sería ingenuo y deshonesto de mi parte decir que tengo todo».
Gonzáles explica que el edificio está parcialmente en «recuperación», por lo que solo 280 de las 505 camas disponibles están en servicio.
Darío González, director del hospital de Catia.
«Este es un hospital que atiende emergencias, que atiende partos y cesáreas, que atiende cirugías, que tiene servicios de laboratorios», dice el director.
Pacientes en brazos
Catia es uno de los barrios más inseguros de Caracas, de por sí una de las ciudades más peligrosas del mundo.
Rosa Torrealaba es la directora de traumatología del hospital, un departamento fundamental porque muchos de los pacientes que entran por emergencias vienen de un accidente de tránsito, mayormente en motos, o con una herida de bala.
«La semana pasada fue caótica», dice. «Llegaron seis personas con heridas de bala al tiempo y fue triste ver como tocaba llevarlas alzadas por las escaleras para cirugía».
Torrealba, que también es presidenta de la Sociedad Médica del hospital, dice que los doctores trabajan con «misticismo» porque tienen que «improvisar los insumos para poder salvar vidas».
Otro ejemplo, señala, es que deben resolver una hemorragia sin un catéter para pasar los líquidos necesarios.
En los pasillos del hospital se ven doctores suturando pacientes, algunos sentados en el piso, porque no hay espacio en la sala de emergencias. Hay varios equipos que están reparados con esparadrapo, entre ellos una lámpara de cirugía. Algunos otros que dicen «contaminado». Y en los techos, que están descubiertos, se pueden ver las tuberías.
«Hay cinco áreas en las que tenemos problemas y estamos trabajando para restaurar», explica el director Gonzáles.
«Problemas de seguridad y de infraestructura y falta de personal médico y de servicio, de insumos y de tecnología en punta».
Hospital José Gregorio Hernández, en Catia, Caracas.
Deuda millonaria
A la crisis hospitalaria se añade que los medicamentos en Venezuela escasean -como sucede con el papel higiénico o los repuestos para carros- por la situación de desabastecimiento que sufre el país hace aproximadamente dos años.
Según la Federación Venezolana de Farmacéuticos, hay un 50% de escasez de medicinas para enfermedades crónicas, mientras que la Sociedad Venezolana de Salud Pública (una ONG que promueve la salud pública) dice que una farmacia promedio no tiene 22 de los 30 medicamentos más comunes para tratar el cáncer.
Algo particularmente delicado en un país con la mayor tasa de mortalidad por cáncer de la región, donde seis de cada diez pacientes mueren a causa de esta enfermedad según un informe del director del Centro de Investigación del cáncer de mama del Hospital General de Massachusetts, el estadounidense Paul E. Goss, que fue publicado en la revista médica The Lancet el año pasado.
El ministro Armada aseguró en abril, en declaraciones a medios locales, que los problemas en la importación de insumos y equipos médicos se están solucionando en reuniones con integrantes del sector salud.
Mientras el gobierno sostiene que la crisis de desabastecimiento tiene que ver con una «guerra económica» del «imperialismo» en contra de Venezuela, analistas de oposición dicen que la escasez se debe a la falta de divisas que hay en el país donde rige un control estatal del cambio.
Según la Federación de Farmacéuticos, el gobierno debe -en un caso parecido al que ocurre con las aerolíneas- unos US$4.000 millones a las empresas de medicamentos, del que solo ha pagado el 10%.
La familia o los medicamentos
Muchos de los equipos o insumos del hospital están contaminados y fuera de servicio.
Jesús Escalante ha llegado al hospital de Catia dos veces en los últimos dos meses con ataques de tensión que los médicos han calificado de preinfartos.
Le recetan un antihipertensivo llamado Diovan que cuesta 600 bolívares (unos US$12 a la tasa de cambio oficial de 50 bolívares por dólar). Pero en Caracas no lo consigue.
Parte de la razón de la escasez de medicamentos es que importarlos no resulta rentable para las farmacéuticas, pues los precios están regulados por el Estado.
Escalante tiene un amigo que le trae el Diovan de Colombia, donde los medicamentos no están regulados, a diez veces el precio.
«Tengo que racionarlos», cuenta, «porque a ese precio me toca escoger entre la comida de la familia y el mal humor y el acelere que me da la hipertensión».
Algo parecido ocurre con los demás insumos médicos que se necesitan en el hospital: como no los hay, la gente los debe comprar en el mercado negro.
Por eso en la esquina del hospital de Catia, así como en otros hospitales de Caracas, venden gasas, vendas y agujas.
– ¿Y qué pasa con los pacientes que no tienen plata para comprar afuera los insumos?, le pregunto a Torrealba.
– Pues imagínate. O nosotros reemplazamos la venda con papel higiénico o ellos se consiguen a alguien que les preste la plata.
Sin embargo, el director Gonzáles dice que hay una resistencia a utilizar los insumos que importa el gobierno a través de acuerdos con China porque «se afectan los intereses» de quienes los venden en el sector privado.
Y añade: «No podemos poner todos los insumos a disponibilidad de todo el mundo, porque son altamente costosos (…) No es que no los tengamos, sino que los tenemos resguardados con alguien responsabilizado de eso».
Una lámpara para cirugía en el hospital Los Magallanes.
«Culpa de la Revolución»
Muchos culpan a la llamada revolución bolivariana del fallecido presidente Hugo Chávez de la crisis sanitaria que vive Venezuela.
Sin embargo, el gobierno asegura que la Misión Barrio Adentro -que es una inversión en centros de medicina ambulatoria, a diferencia de la medicina integral que suponen los hospitales públicos- ha sido un avance para el país en materia de salud.
El programa ha instalado, con la colaboración de 17.000 doctores cubanos, 10.000 módulos de atención primaria en barrios, urbanizaciones y caseríos de todo el país, según cifras oficiales.
En la celebración de los 11 años de este programa social en abril pasado, el vicepresidente, Jorge Arreaza, destacó que «se han ofrecido 617 millones de consultas médicas gratuitas y se han salvado más de 1.750.000 vidas».
Pero, para León, esto es parte de una «política partidista efectista pero no efectiva que destruyó la salud pública en general y acabó con los recursos y la infraestructura que se necesita para resolver los casos realmente graves, de urgencias», dice sobre la supuesta falta de inversión en salud pública.
«El gobierno ha dicho mucho pero ha hecho poco», afirma. Y eso es lo que parece haber ocurrido hasta ahora en el hospital de Catia, donde el gobierno ha anunciado varios programas de revisión, rectificación y reimpulso -un programa lanzado por Chávez conocido como «las tres erres»- pero ninguno se ha llevado a cabo.
«Guarimbas»
Los médicos venezolanos han sido uno de los grupos que más han protestado en Venezuela recientemente.
En las paredes de las escaleras del hospital de Catia hay varias consignas escritas a mano que atacan a los médicos. Una de ellas dice «médicos guarimberos adecos», en referencia a los opositores que arman barricadas o guarimbas en las calles en forma de protesta y al partido opositor Acción Democrática.
Los residentes del hospital, así como Torrealba, no han ocultado su insatisfacción con sus condiciones laborales y el tratamiento que el gobierno le ha dado al sector salud.
Y a cuenta de su protesta, aseguran, han sido amenazados y amedrentados por seguidores del gobierno.
Lo mismo han hecho cientos de doctores en el país que, en protestas en la calle y a través de las redes sociales, han denunciado el mal estado de los hospitales.
La doctora Rosa Torrealba es la jefe de traumatología del hospital Los Magallanes.
Otros médicos venezolanos han decidido irse. Según el Colegio de Médicos, que es donde procesan la documentación profesional para su salida del país, más de 7.000 doctores se han ido al exterior desde el 2001 hasta este año.
La fuga de cerebros, según el director Gonzáles, es precisamente una de las razones por las que no hay médicos especialistas en el hospital de Catia.
«Hay una satanización de la salud pública que ha hecho que nadie quiera trabajar acá», asegura.
Pero, para Torrealba, el problema es otro: «No hay futuro para los jóvenes que salen ahora. Por eso se quieren ir. Todos nos queremos ir ya».
– Pero, ¿y qué va a pasar con toda la gente que está dejando de recibir tratamiento?, le pregunto a la doctora.
– Pues se van a morir. O se están muriendo, responde.
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