Puerto Rico nunca estuvo fuera de los avatares de la guerra fría. Fidel Castro y su revolución comunista sirvieron de fuerza centrípeda para que este territorio fuera otro escenario más de las batallas libradas durante esos años. Lo comprueba el excelente texto, ‘Back Channel to Cuba: the hidden history of negotiations between Washington and Havana’. De la coautoría de William M. Leogrande y Peter Kornbluh, el libro tira un arco que va desde los comienzos de la revolución, cuando Fidel Castro y Richard Nixon se reúnen en Washington, hasta el saludo del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, y el actual presidente cubano Raúl Castro en África del Sur, el 10 de diciembre de 2013.
Desde un principio, ambas naciones deseaban establecer relaciones diplomáticas. Sin embargo, la burocracia del gobierno de los Estados Unidos, por un lado, y la insistencia de Fidel Castro, por el otro, de que los intereses de Cuba fueran respetados en un plano de igualdad con los intereses de los Estados Unidos, creó múltiples escollos durante los pasados cincuenta años. Incluso, ya en 1974 el gobierno cubano proponía el intercambio de presos entre ambos países; el agente de la CIA Larry Lunt por la líder nacionalista, Lolita Lebrón.
Durante la segunda administración de Richard Nixon se inician formalmente conversaciones entre representantes de ambos países. El 18 de Julio de 1974 se le hizo entrega a Fidel Castro una carta de Henry Kissinger, exhortando a iniciar conversaciones para normalizar las relaciones entre Washington y La Habana. El líder cubano le contesta en la afirmativa al Secretario de Estado americano en carta a manuscrito. Un año más tarde, comienzan reuniones formales en la Suite 727 del Hotel Pierre en Nueva York.
De inmediato, las conversaciones encontraron dos obstáculos que Cuba puso sobre la mesa: la independencia de Puerto Rico y la incursión militar en Angola. Para Cuba, el asunto de la independencia de Puerto Rico era uno no negociable. Según plantearon los cubanos, “Puerto Rico tiene la necesidad de su independencia y libre determinación.” El Departamento de Estado de los Estados Unidos respondió que el asunto de Puerto Rico era “neurálgico.”
Bajo la presidencia de Jimmy Carter las conversaciones siguieron su curso, aunque también encontraron obstáculos; Puerto Rico seguía siendo uno de ellos. En una de las múltiples conversaciones Estados Unidos sugirió liberar a unos funcionarios de la CIA presos en Cuba. La respuesta de José Antonio Arbesú fue de intercambiarlos por los presos nacionalistas en cárceles de los Estados Unidos.
Y en 1979, el presidente Carter requirió del gobierno cubano que liberara a cuatro agentes de la CIA que llevaban varios años en las cárceles cubanas. Fidel Castro, que sorpresivamente en 1982 le diría al presidente mejicano, José López Portillo, que “todo es negociable’, le sugirió a Carter que los Estados Unidos liberasen a los cuatro presos nacionalistas. Jimmy Carter aceptó la oferta. Años después, acompañando a Carter en un viaje a Cuba, Robert Pastor sería mencionado como el arquitecto de este intercambio.
Lamentablemente el libro no menciona que el 27 de enero de 1977 dos puertorriqueños, Juan Manuel García Passalacqua y Franklin Delano Lٕópez, entregaron una carta en Casa Blanca sugiriendo la liberación de los cuatro nacionalistas puertorriqueños. Esa es una historia que está próxima a contarse.
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