García Padilla prometió un “plan” al pueblo para mejorar la economía de Puerto Rico, y los resultados los hemos sufrido todos: más impuestos que ahogan a los pequeños y medianos empresarios, a la clase trabajadora, en fin, a quienes menos pueden; todos los indicadores económicos en picada; las ventas de autos por el piso; las ventas de casas y la construcción en su peor momento; los precios del agua y la luz por las nubes mientras la AEE está en quiebra.

Prometió un “plan” a los empleados de gobierno para salvar su sistema de retiro y lo que hizo fue implantar una “reforma” atropellada, aprobada como “ladrón en la noche” de un día para otro y, en el caso de la reforma del Sistema de Retiro de Maestros, en plena Navidad. Lo peor de todo es que los servidores públicos que dieron toda una vida para servirle al pueblo ahora están condenados a vivir sus últimos años en la miseria tras los recortes que sufrieron los beneficios para los que ya habían trabajado.

Prometio un “plan” de seguridad y en veinticuatro meses no lo ha presentado. Hemos tenido tres superintendentes de la Policía; el crimen sigue acechando nuestras calles, y, como si fuera poco, la Asamblea Legislativa está discutiendo enmendar el Código Penal para reducir las penas en crímenes como asesinatos, violaciones, entre otros.

Prometió un “plan” para crear 50 mil empleos en dieciocho meses, y la realidad es que hoy tenemos 49,204 empleos menos que en diciembre de 2012 y 60,207 personas menos en la fuerza laboral. Naturalmente, las condiciones que el PPD ha creado para los negocios en estos dos años hacen difícil, por no decir imposible, considerar invertir dinero para establecer cualquier empresa en esta isla, limitando las oportunidades de empleo.

Dado el limitado espacio que tenemos para esta columna quedan fuera una serie de promesas que García Padilla y el PPD hacían como parte de su “plan” durante el pasado periodo eleccionario que también resultaron ser falsas. Si algo el pueblo debe haber aprendido en estos pasados 24 meses, es que no puede volver a caer en el pescaíto de las campañas publicitarias, que empaquetan una serie de promesas vacías y candidatos como la “última Coca Cola del desierto”.

Precisamente, durante estos próximos meses, comenzarán a presentarse ante el pueblo aquellos que aspiran a posiciones electivas en las próximas elecciones. Es por ello que cada elector debe ejercer sus buenos oficios y exigir a todo aquel que intente ganarse su voto que le presente las soluciones que propone para los problemas que enfrenta nuestra sociedad. Sin embargo, esa exigencia no debe quedarse ahí, pues el elector debe exigirle al aspirante que detalle cómo la hará realidad y que se preste para una discusión franca sin libretos ni montajes.

En nuestras manos estará escoger quién nos sacará del hoyo en el que nos encontramos. Esa responsabilidad es aún mayor en los próximos eventos electorales, pues, tras el desastre de estos pasados 24 meses (y lo que nos espera), requerirá que elijamos hombres con capacidad, experiencia y conocimiento para enfrentarlo. Ciertamente, yo no votaré por nadie que venda un “plan” en el vacío como García Padilla y, por el bien de Puerto Rico, espero que los demás electores tampoco.