Hace tres semanas, el secretario de Desarrollo Económico y Comercio de esta colonia estadolibrista, Alberto Bacó, se quejó de la poca atención que el gobierno federal le ofrece a los funcionarios de Puerto Rico. Sus palabras fueron y cito: “Como ciudadanos norteamericanos nos sentimos bien abandonados por Washington. Nos han tratado como funcionarios de tercer y cuarto nivel, y en algunos temas, nos han discriminado”. Analice bien esa expresión del señor Bacó. Las circunstancias lo confrontaron con el dilema de “ser o no ser” un estado de la Unión. Él y su desgobierno promueven, acá en Puerto Rico, la inferioridad y la desigualdad colonial. Allá, ante el gobierno federal, pretenden que los traten como funcionarios de un estado de la Unión o como dignatarios latinoamericanos. Para lo único que reclaman la importancia de la ciudadanía americana es para procurar tratos preferenciales. No acaban de entender que a través de la historia de la humanidad todas las colonias siempre han sido objetos de discrimen y desigualdad. De eso, precisamente, es que se trata el colonialismo. Eso, es lo que Puerto Rico tiene con el ELA.

Esa expresión del señor Bacó refleja la mentalidad y las pretensiones de aquellos que se niegan a reconocer las consecuencias de sus propios afanes colonialistas. Quieren aportar lo menos, pero exigen lo más. Quieren proclamarse “distintos” con un errado sentido de patriotismo, pero a la misma vez pretenden que allá los traten como “iguales”. En la democracia, las prioridades las obtienen los que votan y aquellos que asumen responsabilidades ciudadanas en igualdad de condiciones con los demás. Gente como Bacó no entiende que el colonialismo que defiende tiene consecuencias nefastas. Este pueblo las está sufriendo con mayor intensidad, según se derriten los espejismos de la era glaciar estadolibrista de los últimos 60 años. Son los mismos que se niegan a aceptar que la colonia estadolibrista es la causa de la crisis, la desigualdad y el discrimen que sufre este pueblo.

Distinto sería si Puerto Rico fuese un estado de la Unión con una delegación puertorriqueña con voz y voto en el Congreso federal, mayor que la que tienen 25 estados. Eso, sería poder político y con influencia económica. Un estado con más electores para elegir o derrotar presidentes de los Estados Unidos que los que tienen 25 estados. Eso, también sería poder político y económico dentro de la nación que somos ciudadanos. Por el contrario, esta es una colonia que durante décadas entregó su derecho al voto presidencial y a la representación congresional con voz y voto con la estadidad a cambio de refugiarse en una colonia estadolibrista para proteger las exenciones contributivas federales de intereses multimillonarios que ni siquiera representan el 2% de la población de Puerto Rico. Chinas por botellas.

Siendo Puerto Rico el estado hispano de la Unión, no habría Presidente de los Estados Unidos que se atreviera ignorar los reclamos legítimos de sus ciudadanos, pues ese Presidente y su partido tendrían que pagar las peores consecuencias electorales frente a los ciudadanos que residen en la Isla, los cinco millones de puertorriqueños que residen en la Unión y el resto de la creciente comunidad hispana a nivel nacional. Tampoco habría un Congreso indiferente con el estado hispano de Puerto Rico. Sabrían que la delegación puertorriqueña en el Senado y en la Cámara federal tendría el poder para enmendar o detener legislación federal que afecte a otros estados. Nadie tenga dudas, con la estadidad, en Washington DC estarían muy claros cada vez que se discutiera o tratara cualquier asunto del estado hispano de Puerto Rico: “no ticket, no laundry”. Con la estadidad, hasta el señor Bacó vería complacidas todas sus expectativas de buen trato y de máximas atenciones en la capital federal.

Mientras la colonia se derrumba en medio del Caribe, a los personajes del Partido Popular lo único que les queda son las excusas y los lamentos del complejo colonial; “no nos quieren”, “no nos atienden”, “no se preocupan por nosotros”, “esa gente son malos y nos discriminan”. Con ese complejo y llantén, sin embargo, nada resuelven. ¿De cuándo a acá es que esta gente se ha dado cuenta de que el ELA, al igual que todas las colonias, está sujeto a la desigualdad y al discrimen? ¿Han tardado 60 años? Mientras había la oportunidad de hacer préstamos y emisiones de bonos para fabricar falsas apariencias de prosperidad, todo parecía estar bien. Mientras había espacio para triturar el bolsillo del pueblo con los impuestos y las tarifas más altos bajo la bandera americana para pagar esas embrollas coloniales, también todo parecía estar bien. Todo eso se acabó. El pueblo ya no resiste el costo de la colonia.

Los estadistas llevamos un siglo denunciando que el colonialismo es una farsa. Denunciando que el discrimen y la desigualdad del colonialismo tarde o temprano nos llevarían al desastre. La historia nos ha dado la razón. Ahora, sin embargo, el cuento del complejo colonial es que la estadidad es muy difícil o que en Washington no nos quieren como estado. La historia, sin embargo, los desmiente. Los 37 estados de la Unión que una vez fueron territorios coloniales como Puerto Rico, lucharon con fuerza, exigieron igualdad, derrumbaron puertas en Washington DC y todos lograron la estadidad. Todos tuvieron resistencia en la capital federal. Pero, en vez de acomplejarse y desistir, empujaron con fuerza hasta lograr la igualdad. Alaska y Hawaii, por ejemplo, los últimos dos estados en ingresar a la Unión, eran territorios coloniales pobres y quebrados. Tan pronto lograron la estadidad, despegaron económicamente. Hoy se mantienen entre los 20 estados más ricos y progresistas de la Unión.

Señor Bacó, usted y su gobierno representan al ELA, la colonia en quiebra. Eso debería avergonzarlo, no sorprenderle en la capital federal. ¿Quiere igualdad? ¿Quiere poder político? Entonces no pida limosna, reclame como la inmensa mayoría de los puertorriqueños ya hicimos, la igualdad con la estadidad para Puerto Rico. Todo es cuestión de ser o no ser. Lo otro, es puro y bochornoso complejo colonial.

Thomas Rivera Schatz, Ex presidente del Senado